TAREA 4
Compromiso por una educación para
la sostenibilidad
Vivimos una situación de alerta, provocada por muchos
problemas graves que afectan al planeta y a nuestro ecosistema como la
contaminación de agua, aire y tierra, agotamiento de recursos naturales,
crecimiento incontrolado de la población mundial, desequilibrios insostenibles,
conflictos destructivos, pérdida de diversidad biológica y cultural.
Esta situación surge debido a ciertos
comportamientos individuales y colectivos orientados a la búsqueda de
beneficios particulares y a corto plazo, sin atender las consecuencias de los
residuos que se vuelven contaminantes.
La mayoría de los
maestros, no están concientizados para esta situación por lo que es
preciso, asumir la responsabilidad y
sobre todo un compromiso para que toda la educación, tanto formal como
informal, preste atención a la situación del mundo.
Se propone lanzar una campaña llamada Compromiso
por una educación para la sostenibilidad, para incorporar nuestras labores
educativas cierta atención a la situación mundial existente promoviendo consumo
de alimentos responsablemente en relación a las 3 “R”, promover el impuso tecno
científico productos que favorezcan a la sostenibilidad, sobre todo el
compromiso de multiplicar las
iniciativas para implicar al conjunto de los maestros, con campañas de difusión
y concienciación en los centros educativos, congresos, encuentros,
publicaciones... y, finalmente, el compromiso de un seguimiento cuidadoso de
las acciones realizadas, dándolas a conocer para un mejor aprovechamiento
colectivo.
La sostenibilidad como revolución
cultural, tecnocientífica y política
El concepto de sostenibilidad surge por el
nacimiento de una opinión negativa, el cual da como resultado la situación actual
del mundo, de acuerdo a los análisis de dicha opinión pueden interpretarse que
nos encontramos en una etapa de alerta, determinada en una situación
insostenible que amenaza gravemente el futuro de la vida en la tierra.
“Un futuro amenazado” es, precisamente, el título
del primer capítulo de
Nuestro futuro común, el informe de la Comisión
Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, conocido como Informe Brundtland
(cmmad, 1988), a la que debemos uno de los primeros intentos de introducir el
concepto de sostenibilidad o sustentabilidad:
«El
desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades de la
generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras
para satisfacer sus propias
necesidades».
Esto quiere decir que no importa cuales sean
nuestras aspiraciones industriales, comerciales y evolutivas, siempre y cuando
las realicemos con responsabilidad ambiental.
Hoy en día sabemos que el ritmo que lleva nuestra
industria es alarmante mientras más seguimos creciendo en población se va despojando la superficie de la Tierra lo
cual indica que muy pronto ya no tendremos árboles que talar para el desarrollo
humano.
Los seres humanos siempre dependerán de la
naturaleza, sin embargo ha sido visto como signo distintivo de sociedades
avanzadas, destruir para avanzar, construir para crecer, años atrás ni si quiera se planteaba lo valiosa
que es la naturaleza y el ecosistema para nosotros, la naturaleza era
prácticamente ilimitada y se podía centrar la atención en nuestras necesidades
sin preocuparse por las consecuencias ambientales y para nuestro propio futuro.
Sin embargo han surgido señales alarmantes, de acuerdo a estudios
internacionales, donde la sociedad ni los políticos han hecho algo para llevar
actividades con responsabilidad ambiental y evitar poco a poco la
contaminación.
Educación para la sustenibilidad
Como
señala UNESCO
«El
Decenio de las Naciones Unidas para la educación con miras al desarrollo
sostenible pretende promover la educación como fundamento de una sociedad más
viable para la humanidad e integrar el desarrollo sostenible en el sistema de
enseñanza escolar a todos los niveles. El Decenio intensificará igualmente la
cooperación internacional en favor de la elaboración y de la puesta en común de
prácticas, políticas y programas innovadores de educación para el desarrollo
sostenible».
Lo que la UNESCO busca impulsar una educación capaz
de orientar un comportamiento que contribuya a una correcta percepción del
mundo, tratar de generar actitudes y responsabilidades para poder tomar
decisiones positivas en cuanto al estado en que se encuentra nuestro planeta. Para
implementar una educación para un futuro sostenible tendría que apoyarse en lo que
puede resultar razonable para la mayoría, de acuerdo al tipo de planteamiento
del problema que surja.
Una adecuada educación ambiental para impulsar el
desarrollo sostenible es totalmente incompatible con una publicidad que
estimula un consumo poco inteligente; es incompatible con explicaciones simples,
es incompatible con el impulso de la competitividad, entendida como contienda
para lograr algo contra otros que persiguen el mismo fin y cuyo futuro, en el
mejor de los casos, no es tomado en
cuenta, siendo todo lo contrario con las características de un desarrollo sostenible.
Para hacerle frente a estos problemas es preciso
fomentar una educación que ayude a contemplar los distintos problemas
ambientales teniendo en cuenta las repercusiones que estas conlleven. Las
llamadas a la responsabilidad individual se multiplican, incluyendo
pormenorizadas relaciones de posibles acciones concretas en los más diversos
campos que podemos agrupar en:
·
Consumo responsable (ecológico o sostenible)
·
Comercio justo
·
Juega limpio
·
Activismo ciudadano ilustrado
El futuro va a depender en gran medida del modelo
de vida que sigamos y, aunque éste a menudo nos lo tratan de imponer, no hay
que menospreciar la capacidad que tenemos los consumidores para modificarlo
(Comín y Font, 1999). La propia Agenda 21 indica que la participación de la sociedad
civil es un elemento imprescindible para avanzar hacia la sostenibilidad.
Aunque no se debe ocultar, para ir más allá de proclamas puramente verbales, la
dificultad de desarrollo de las ideas antes mencionadas, ya que comportan
cambios profundos en la economía mundial y en las formas de vida personales.
Por ejemplo, el descenso del consumo provoca recesión y caída del empleo.
¿Cómo eludir estos efectos indeseados? ¿Qué cambiar
del sistema y cómo se podría hacer, al menos teóricamente, para avanzar hacia
una sociedad sostenible?
Se requieren acciones educativas que transformen
nuestras concepciones, nuestros hábitos, nuestras perspectivas...
Que nos orienten en las acciones a llevar a cabo,
en las formas de participación social, en las políticas medioambientales para
avanzar hacia una mayor eficiencia, hacia una sociedad sostenible...
Acciones fundamentadas, lo que requiere estudios
científicos que nos permitan lograr una correcta comprensión de la situación y
concebir medidas adecuadas.
Es necesario, por ello, establecer compromisos de
acción en los centros educativos y de trabajo, en los barrios, en las propias
viviendas... para poner en práctica algunas de las medidas y realizar el
seguimiento de los resultados obtenidos. Estas acciones debidamente evaluadas se
convierten en el mejor procedimiento para una comprensión profunda de los retos
y en un impulso para nuevos compromisos. Éste es el objetivo, por ejemplo de
“Hogares verdes”, un programa educativo dirigido a familias preocupadas por el
impacto ambiental y social de sus decisiones y hábitos cotidianos. El programa
persigue:
·
Promover el autocontrol del consumo de agua y
energía.
·
Introducir medidas y comportamientos que favorezcan
el ahorro.
·
Ayudar a hacer una compra más ética y ecológica.
·
El programa propone, en una primera fase, reducir
las emisiones de CO2en el equivalente al objetivo marcado por Kyoto (5.2%) y el
consumo doméstico del agua entre un 6 y un 10%.
En una segunda fase pretende:
·
Sustituir al menos 5 productos de alimentación
básicos por otros procedentes de agricultura y ganadería ecológica o comercio
justo.
·
Eliminar de la lista de compra al menos dos
productos nocivos.
·
Eliminar igualmente al menos dos productos
superfluos.
De este modo, mediante una serie de medidas
progresivas, que cuentan con el debido seguimiento, se evita generar desánimo y
el consiguiente abandono y se contribuye a la implicación de la ciudadanía para
la construcción de un futuro sostenible. Pero el objetivo ha de ser llegar a
extender los cambios de actitud y comportamiento al conjunto de actividades que
como consumidores, profesionales y ciudadanos podemos realizar (Vilches, Praia
y Gil-Pérez, 2008).
Crecimiento económico y sostenibilidad
Podemos afirmar que si la economía mundial tal como
está estructurada actualmente continúa su expansión, destruirá el sistema
físico sobre el que se sustenta y se hundirá (Diamond, 2006). Se hace
necesario, a este respecto, distinguir entre crecimiento y desarrollo. Como
afirma Daly (1997), «el crecimiento es incremento cuantitativo de la escala
física; desarrollo, la mejora cualitativa o el despliegue de potencialidades,
Puesto que la economía humana es un subsistema de un ecosistema global que no
crece, aunque se desarrolle, está claro que el crecimiento de la economía no es
sostenible en un período largo de tiempo».
Pero lo que no puede continuar es un crecimiento
económico que conlleva un insostenible impacto ambiental, cuyo origen antrópico
está fuera de toda duda, pero que hasta aquí no ha sido tomado seriamente en
consideración, aunque hayan surgido ya propuestas de crecimiento cero e incluso
de decrecimiento y se hable de “a-crecimiento” (Latouche, 2008). Más aún, se
precisan urgentes medidas correctoras que pongan fin al proceso de degradación.
La grave crisis financiera y económica que el conjunto del planeta está
viviendo actualmente aparece como una seria advertencia de la necesidad y
urgencia de dichas medidas.
Crecimiento demográfico y sustenibilidad
A lo largo del siglo 20 la población se ha más que
cuadruplicado. Y aunque se ha producido un descenso en la tasa de crecimiento
de la población, ésta sigue aumentando en unos 80 millones cada año, por lo que
puede duplicarse de nuevo en pocas décadas. La Comisión Mundial del Medio
Ambiente y del Desarrollo (1988) ha señalado las
consecuencias: «En muchas partes del mundo, la población crece según tasas que
los recursos ambientales disponibles no pueden sostener, tasas que están
sobrepasando todas las expectativas razonables de mejora en materia de
vivienda, atención médica, seguridad alimentaria o suministro de energía».
Alrededor de un 40% de la producción fotosintética
primaria de los ecosistemas terrestres es usado por la especie humana cada año
para, fundamentalmente, comer, obtener madera y leña, etc. Es decir, la especie
humana está próxima a consumir tanto como el conjunto de las otras especies.
Como explicaron los expertos en sostenibilidad, en
el marco del llamado Foro de Río + 5, la actual población precisaría de los
recursos de tres Tierras (!) para alcanzar un nivel de vida semejante al de los
países desarrollados. Puede decirse, pues, que hemos superado ya la capacidad
de carga del planeta, es decir, la máxima cantidad de seres humanos que el
planeta puede mantener de forma permanente. De hecho se ha estimado en 1,7
hectáreas la biocapacidad del planeta por cada habitante (es decir el terreno
productivo disponible para satisfacer las necesidades de cada uno de los más de
6000 millones de habitantes del planeta) mientras que en la actualidad la
huella ecológica media por habitante es de 2,8 hectáreas.
La población mundial continúa incrementándose a
marchas forzadas y en las regiones con menor capacidad para garantizar la
salud, la estabilidad y la prosperidad de la población (...) El mundo debería
adoptar un conjunto de medidas que contribuyeran a estabilizar la población
mundial, mediante decisiones voluntarias, en una cifra en torno a los ocho mil
millones de habitantes, en lugar de mantener la actual trayectoria que
probablemente nos situará en los nueve mil millones o más en el año 2050».
Podemos hablar así de la necesidad de una “Nueva cultura demográfica”, tan
necesaria para la sostenibilidad como la “Nueva cultura energética”, la “Nueva cultura
del agua”,
etc.
Tecno-ciencia para la sostenibilidad
Cuando se plantea la contribución de la
tecno-ciencia a la sostenibilidad, la primera consideración que es preciso
hacer es cuestionar cualquier expectativa de encontrar soluciones puramente
tecnológicas a los problemas a los que se enfrenta hoy la humanidad. Pero, del
mismo modo, hay que cuestionar los movimientos anti-ciencia que descargan sobre
la tecno-ciencia la responsabilidad absoluta de la situación actual de
deterioro creciente. Muchos de los peligros que se suelen asociar al
“desarrollo científico y tecnológico” han puesto en el centro del debate la
cuestión de la “sociedad del riesgo”, según la cual, como consecuencia de
dichos desarrollos tecno - científicos actuales, crece cada día la posibilidad
de que se produzcan daños que afecten a una buena parte de la humanidad y que
nos enfrentan a decisiones cada vez más arriesgadas.
Conviene, pues, reflexionar acerca de algunas de
las características fundamentales que deben poseer las medidas tecnológicas
para hacer frente a la situación de emergencia planetaria. Según (Daly, 1997)
es preciso que cumplan lo que denomina «principios obvios para el desarrollo
sostenible»:
·
Las tasas de recolección no deben superar a las de
regeneración (o, para el caso de recursos no renovables, de creación de
sustitutos renovables).
·
Las tasas de emisión de residuos deben ser
inferiores a las capacidades de asimilación de los ecosistemas a los que se
emiten esos residuos.
Reducción
de la pobreza
Según el Banco Mundial, el total de seres humanos
que vive en la pobreza más absoluta, con un dólar al día o menos, ha crecido de
1200 millones en 1987 a 1500 en la actualidad y, si continúan las actuales
tendencias, alcanzará los 1900 millones para el 2015. Y casi la mitad de la
humanidad no dispone de dos dólares al día.
«La pobreza no se define exclusivamente en términos
económicos también significa malnutrición, reducción de la esperanza de vida,
falta de acceso a agua potable y condiciones de salubridad, enfermedades,
analfabetismo, imposibilidad de acceder a la escuela, a la cultura, a la
asistencia sanitaria, al crédito o a ciertos bienes».
La reducción de la pobreza y la universalización de
los Derechos Humanos se convierten así en una necesidad absoluta para la
supervivencia de la especie humana y aunque sólo sea por egoísmo inteligente es
preciso actuar, porque la prosperidad de un reducido número de países no puede
durar si se enfrenta a la extrema pobreza de la mayoría.
Esta pobreza extrema está vinculada al conjunto de
problemas que caracterizan la situación de emergencia planetaria, desde la
degradación de los ecosistemas o el agotamiento de los recursos a la explosión
demográfica y se traduce en enfermedades, hambre literal y, en definitiva, en
baja esperanza de vida.
Es preciso que se haga realidad el compromiso
adquirido por los líderes mundiales en la llamada Cumbre del Milenio de
Naciones Unidas, celebrada en septiembre de 2000, para reducir la pobreza, la
enfermedad, el hambre, el analfabetismo y la degradación del medio ambiente.
Igualdad de género
Hablar de
igualdad de sexos o, como es más frecuentemente aceptado, de igualdad de
género, es referirse a un objetivo contra una realidad de discriminaciones y
segregación social. Éste es un problema universal, pero para comprender mejor
los patrones y sus causas, y por lo tanto eliminarlos, conviene partir del
conocimiento de las particularidades históricas y socioculturales de cada
contexto específico. Por consiguiente, es necesario considerar qué
responsabilidades y derechos ciudadanos se les reconocen a las mujeres en cada
sociedad, en comparación con los que les reconocen a los hombres, y las pautas
de relación que entre ellos se establecen.
Esa discriminación va más allá de las leyes: «Allí
donde los derechos de las mujeres están reconocidos, la pobreza (con el
analfabetismo que conlleva) a menudo les impide conocer sus derechos». Por otra
parte, en los países industrializados, pese haber logrado, no hace mucho, la
igualdad legal de derechos «se sigue concediendo empleos con mayor frecuencia y
facilidad a los hombres, el salario es desigual y los papeles en función del
sexo son aún discriminatorios»
Con menos oportunidades educativas y económicas que
los hombres, lógicamente las mujeres tienden a padecer hambre y mayores
deficiencias en la nutrición. Se habla por ello de «feminización de la pobreza»
La erradicación de la discriminación de las mujeres
entronca así con los objetivos de la educación para la sostenibilidad, de la
reducción de la pobreza y, en definitiva, de la universalización de los
derechos humanos.
El tercer objetivo de Desarrollo del Milenio
desafía la discriminación contra la mujer y busca asegurar que las niñas, como
los niños, tengan el derecho a la escolarización. Los indicadores relacionados
con este objetivo buscan medir el progreso hacia la mayor alfabetización de la
mujer, hacia la mayor participación y representación de ésta en la política y
en la toma de decisiones de los Estados y hacia la mejora de las perspectivas
de empleo. Así y con todo, el tema de la igualdad de género no se limita a un
solo objetivo sino que se aplica a todos ellos. Sin progreso hacia la igualdad
de género y sin la capacitación de la mujer, no se alcanzará ninguno de los
objetivos de desarrollo del milenio»
Contaminación sin fronteras
El problema de la contaminación es uno de los
primeros que nos suele venir a la mente cuando pensamos en la situación del
mundo, puesto que la contaminación ambiental hoy no conoce fronteras y afecta a
todo el planeta.
La mayoría de los ciudadanos percibimos ese
carácter global del problema de la contaminación; por eso nos referimos a ella como
uno de los principales problemas del planeta. Pero conviene hacer un esfuerzo
por concretar y abordar de una forma más precisa las distintas formas de
contaminación y sus consecuencias.
Todo ello se traduce en una grave destrucción de
ecosistemas y pérdidas de biodiversidad.
La
contaminación de suelos y aguas producida por unos productos que, a partir de
la Segunda Guerra Mundial, produjeron una verdadera revolución, incrementando
notablemente la producción agrícola.
Todo ello evidencia una falta total de ética... y
de visión, porque los problemas ambientales no conocen fronteras y estas graves
contaminaciones nos afectarán a todos, como ha ocurrido con la destrucción de
la capa de ozono.
Esto hace muy peligrosa la exposición al Sol en
amplias zonas del planeta, provocando un serio aumento de cánceres de piel,
daños oculares, llegando incluso a la ceguera, disminución de defensas
inmunológicas, aumento de infecciones, etc. Y también afecta al clima, ya que
la capa de ozono es reguladora de la temperatura del planeta. Afortunadamente,
la comprensión del grave daño que su uso generaba de una forma acelerada hizo
posible el acuerdo internacional para la reducción del consumo de los CFC:
desde 1987 dicho consumo se ha reducido en más del 40%, pero seguimos pagando
las consecuencias de las miles de toneladas ya emitidas.
Hoy, afortunadamente, existe ya un “Convenio de
Estocolmo” que, además de tener entre sus metas reducir y llegar a eliminar
totalmente doce de los COP más tóxicos, prepara el camino para un futuro libre
de COP, al tiempo que asistimos a un creciente desarrollo alternativo de
biopesticidas y biofertilizantes, dentro de una orientación denominada
“Biomímesis”, que busca inspirarse en la naturaleza para avanzar hacia la
sostenibilidad.
Consumo responsable
Es
preciso evitar el consumo de productos que dañan al medio ambiente por su alto
impacto ambiental, es preciso ejercer un consumo más responsable, más basado en
los productos locales -como preconizan. Un consumo alejado de la publicidad
agresiva que nos empuja a adquirir productos inútiles o exóticos y que a menudo
se viste engañosamente de verde (incurriendo en lo que se ha denominado
“Greenwashing”). Es preciso, además, ajustar ese consumo a las reglas del
comercio justo, que implica producir y comprar productos con garantía de que
han sido obtenidos con procedimientos sostenibles, respetuosos con el medio y
con las personas... Corrientes como “Nueva cultura del agua”, “Nueva cultura
energética”, “Nueva cultura de la movilidad” o “Nueva cultura urbana”, expresan
la necesidad y posibilidad de estos cambios en los patrones de consumo y
gestión de los recursos. Pero aunque todo esto es necesario, no es suficiente
para sentar las bases de un futuro sostenible. Es necesario también abordar
otros problemas relacionados como el crecimiento realmente explosivo que ha
experimentado en muy pocas décadas el número de seres humanos.
Turismo sostenible
La problemática del turismo está estrechamente
ligada a la del consumo responsable, porque al igual que muchas de las cosas
que hacen posible nuestro trabajo, o que dan sentido a nuestras vidas, hacer
turismo exige consumo.
Los datos acerca de las consecuencias del turismo
son contradictorios. Por una parte tenemos claras repercusiones positivas:
creación de empleo, incremento de ingresos económicos, evitación de migraciones
por falta de trabajo, mejora del nivel cultural de la población local y
apertura a costumbres más libres, intercambios culturales en ambos sentidos, de
modos de vida, sensibilización de turistas y población local hacia el medio
ambiente, etc. Por otra parte están las consecuencias negativas, tan
importantes como las anteriores: incremento en el consumo de suelo, agua,
energía, destrucción de paisajes, aumento de la producción de residuos y aguas
residuales, alteración de los ecosistemas, introducción de especies exóticas de
animales y plantas, inducción de flujos de población hacia poblaciones
turísticas, aumento de incendios forestales, tráfico de personas y drogas, etc.
«El turismo sostenible atiende a
las necesidades de los turistas actuales y de las regiones receptoras y al
mismo tiempo protege y fomenta las oportunidades para el futuro. Se concibe
como una vía hacia la gestión de todos los recursos de forma que puedan
satisfacerse las necesidades económicas, sociales y estéticas, respetando al
mismo tiempo la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la
diversidad biológica y los sistemas que sostienen la vida».
Esta definición de turismo sostenible (turismo
responsable, ecoturismo, turismo “slow”...), se ha traducido en la
consideración de una serie de requisitos que la
OMT (1994) considera fundamentales para la implantación de la Agenda 21
en los centros turísticos:
• La minimización de los residuos.
• Conservación y gestión de la energía.
• Gestión del recurso agua.
• Control de las sustancias peligrosas.
• Transportes.
• Planeamiento urbanístico y gestión del suelo.
• Compromiso Medioambiental de los políticos y de
los ciudadanos.
• Diseño e programas para la sostenibilidad.
• Colaboración Para el desarrollo turístico
Derechos humanos y sostenibilidad
La preservación sostenible de la especie humana en
nuestro planeta exige la libre participación de la ciudadanía en la toma de
decisiones (lo que supone la universalización de los Derechos humanos de
primera generación) y la satisfacción de sus necesidades básicas (Derechos de
segunda generación). Pero esta preservación aparece hoy como un derecho en sí
mismo, como parte de los llamados
Derechos humanos de tercera generación, que se
califican como derechos de solidaridad «porque tienden a preservar la
integridad del ente colectivo»
Si queremos avanzar hacia la sostenibilidad de las
sociedades, hacia el logro de una democracia planetaria o cosmopolita, será
necesario reconocer y garantizar otros derechos, además de los civiles y
políticos, que aunque constituyen un requisito imprescindible son
insuficientes. Nos referimos a la necesidad de contemplar también la
universalización de los derechos económicos, sociales y culturales, no
“Derechos humanos de segunda generación”. (Vercher, 1998).
Diversidad cultural
En
el tema de la diversidad cultural o etnodiversidad se incurre en este
biologismo cuando se afirma, como hace Clément (1999), que «El aislamiento
geográfico crea la diversidad. De un lado, la diversidad de los seres por el
aislamiento geográfico, tal es la historia natural de la naturaleza; del otro,
la diversidad de las creencias por el aislamiento cultural, tal es la historia
cultural de la naturaleza». Esa asociación entre diversidad y aislamiento es,
desde el punto de vista cultural, cuestionable: pensemos que la vivencia de la
diversidad aparece precisamente cuando se rompe el aislamiento; sin contacto
entre lugares aislados solo tenemos una pluralidad de situaciones cada una de
las cuales contiene escasa diversidad y nadie puede concebir (y, menos, aprovechar)
la riqueza que supone la diversidad del conjunto de esos lugares aislados.
Por
la misma razón, no puede decirse que los contactos se traducen en
empobrecimiento de la diversidad cultural. Al contrario, es el aislamiento
completo el que supone falta de diversidad en cada uno de los fragmentos del
planeta, y es la puesta en contacto de esos fragmentos lo que da lugar a la
diversidad. Es necesario, pues, cuestionar el tratamiento de la diversidad
cultural con los mismos patrones que la biológica. Y ello obliga a preguntarse
si la diversidad cultural es algo tan positivo como la biodiversidad.
Cambio climático: una innegable y
preocupante realidad
A
finales de 1990, se celebró la Segunda Conferencia Mundial sobre el Clima,
reunión clave para que Naciones Unidas arrancara el proceso de negociación que
condujese a la elaboración de un tratado internacional sobre el clima.
Hoy,
tras décadas de estudios, no parece haber duda alguna entre los expertos acerca
de que las actividades humanas están cambiando el clima del planeta. Ésta fue,
precisamente, la conclusión de los Informes de Evaluación del Panel
Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC http://www.ipcc.ch/), organismo
creado en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial y el Programade las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente, con el cometido de realizar evaluacionesperiódicas
del conocimiento sobre el cambio climático y sus consecuencias. Hasta el
momento, elIPCC ha publicado cuatro informes de Evaluación, en 1990, 1995, 2001
y 2007, dotados del máximo reconocimiento mundial. El día 2 de febrero de 2007
se hizo público, con un notable y merecido impacto mediático, el IV Informe de
Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC),
organismo científico de Naciones Unidas.
Biodiversidad
La
preocupación no viene por el hecho de que desaparezca alguna especie, sino
porque se teme que estamos asistiendo a una masiva extinción (Duarte Santos,
2007) como las otras cinco que, según Lewin (1997), se han dado a lo largo de
la evolución de la vida, como la que dio lugar a la desaparición de los
dinosaurios. Y esas extinciones han constituido auténticos cataclismos. Lo que
preocupa, pues, y muy seriamente, es la posibilidad de provocar una catástrofe
que arrastre a la propia especie humana (Diamond, 2006). Según Delibes de
Castro, «diferentes cálculos permiten estimar que se extinguen entre diez mil y
cincuenta mil especies por año. Yo suelo citar a Edward Wilson, uno de los
‘inventores’ de la palabra biodiversidad, que dice que anualmente desaparecen veintisiete
mil especies, lo que supone setenta y dos diarias y tres cada hora (…) una
cifra fácil de retener. Eso puede representar la pérdida, cada año, del uno por
mil de todas las especies vivientes.
A
ese ritmo, en mil años no quedaría ninguna (incluidos nosotros)» (Delibes y
Delibes, 2005). En la misma dirección, Folch (1998) habla de una homeostasis
planetaria en peligro, es decir, de un equilibrio de la biosfera que puede
derrumbarse si seguimos arrancándole eslabones: «La naturaleza es diversa por
definición y por necesidad. Por eso, la biodiversidad es la mejor expresión de
su lógica y, a la par, la garantía de su éxito».
Urbanización y sostenibilidad
La
palabra ciudadano se ha convertido casi en sinónimo de ser humano… hablamos de
civismo, de educar en la ciudadanía, de derechos y deberes de los ciudadanos…
la ciudadanía y, por tanto, la ciudad, aparecen como una conquista clave de los
seres humanos. Y en ese sentido, tan ciudadanos son los habitantes de una gran
ciudad como los de una pequeña población rural. Pero sabemos que la atracción de
las ciudades, del mundo urbano, sobre el mundo rural tiene razones poderosas y
en buena parte positivas. Como afirma Folch, «las poblaciones demasiado
pequeñas no tienen la masa crítica necesaria para los servicios deseables». La
educación, la sanidad, el acceso a trabajos mejor remunerados, la oferta
cultural y de ocio… todo llama hacia la ciudad en busca de un aumento de
calidad de vida.
Nueva cultura del agua
El
agua ha sido considerada comúnmente como un recurso renovable, cuyo uso no se
veía limitado por el peligro de agotamiento que afecta, por ejemplo, a los yacimientos
minerales. Los textos escolares hablan, precisamente, del “ciclo del agua” que,
a través de la evaporación y la lluvia, devuelve el agua a sus fuentes para
engrosar los ríos, lagos y acuíferos subterráneos… y vuelta a empezar.
Y ha
sido así mientras se ha mantenido un equilibrio en el que el volumen de agua
utilizada no era superior al que ese ciclo del agua reponía. Pero el consumo de
agua se ha disparado: a escala planetaria el consumo de agua potable se ha
venido doblando últimamente cada 20 años, debido a la conjunción de los excesos
de consumo de los países desarrollados (ver Consumo responsable) y del
crecimiento demográfico, con las consiguientes necesidades de alimentos.
El
problema del agua aparece así como un elemento central de la actual situación
de emergencia planetaria (Vilches y Gil, 2003) y su solución –que exige el
reconocimiento del derecho fundamental de todo ser humano a disponer de, por lo
menos, 20 litros de agua potable diarios (Bovet, 2008, pp. 52-53)– sólo puede
concebirse como parte de una reorientación global del desarrollo tecnocientífico,
de la educación ciudadana y de las medidas políticas para la construcción de un
futuro sostenible, superando la búsqueda de beneficios particulares a corto
plazo y ajustando la economía a las exigencias de la ecología y del bienestar
social global.
Gobernanza universal. Medidas políticas
para la sustenibilidad
Vivimos
una grave situación de emergencia planetaria que obliga a pensar en un complejo
entramado de medidas, tecnológicas, educativas y políticas, cada una de las
cuales tiene carácter de conditio sine qua non, sin que ninguna de ellas, por
sí sola, pueda resultar efectiva, pero cuya ausencia puede anular el efecto de
las que sí se apliquen: se ha comprendido, en efecto, que no basta con plantear
tecnologías para la sostenibilidad o una educación para la sostenibilidad; son
precisas igualmente medidas políticas que garanticen las auditorias
ambientales, la protección de la diversidad biológica y cultural, la promoción
de tecnologías sostenibles mediante políticas de I + D y una fiscalidad verde
que penalice los consumos y actuaciones contaminantes, etc…
Pero
tampoco basta con políticas locales o estatales; hemos de reconocer que no es
posible abordar solo localmente problemas como una contaminación sin fronteras,
el cambio climático, el agotamiento de recursos vitales, la pérdida de
biodiversidad o la reducción de la pobreza y la marginación, que afectan a todo
el planeta (Duarte, 2006).
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